martes, 21 de agosto de 2007

HANSEL Y GRETEL

Hansel se vistió. Se puso unos tejanos y una camiseta ajustada de tirantes. Hansel era un tipo fornido, un buen atleta. En su rostro asomaba una barba. Llevaba varios días sin afeitar. En la radio sonaba una vieja canción de los Rolling Stones. Cogió un teléfono y marcó un número.
- Gretel.- contestó una voz al otro lado.
- Está todo listo.
- Bien.
Hansel colgó. Sabía muy bien cual era su papel. La situación en el país era ya insostenible. La presidenta debía morir. Miró por la ventana. Vio a un gordo y aun calvo paseando, uno junto al otro. Lanzó un espeso escupitajo, un grumo blancuzco. Observó como bajaba hasta estrellarse en el gordo. Mierda, pensó, quería darle al calvo. El gordo miró hacia arriba y vio a Hansel. Hansel no se movió. Aguantó la mirada. El gordo levantó los brazos indignado y se alejó caminando, al lado del calvo. No quería meterse en problemas. Hansel sí. Cogió la pistola y se fue. Iba a encontrarse con Gretel, dos manzanas más abajo. Gretel era la ingeniera del grupo. Ella fue quien ideó toda la estrategia para acabar con el gobierno de la Presidenta. Hansel fue el ejecutor. Se había pasado toda la mañana pasando un fino cable por debajo de las cloacas. Aún tenía el olor a mierda metido en las narices. El cable acababa en una bomba enorme, situado justo debajo de donde se suponía que tenía que pasar la comitiva presidencial.
Ah, ahí estaba Gretel. Gretel estaba tocándose su larga melena negra. Le llegaba hasta los tobillos. Se negaba sistemáticamente a permitir que su pelo fuera más corto, y solo se cortaba las puntas cuando estas ya tocaban el suelo. El aspecto de Gretel llegaba a ser grotesco cuando se ponía todo su pelo hacia delante. Hansel no sabía cómo podía ver nada a través de semejante mata de pelo... pero veía. Y mucho.
- Faltan 5 minutos.- dijo.
- Sí.
Hansel sacó un cigarrillo. Siempre fumaba El Enano Baila, la mejor marca del mercado, sin duda. Su sabor era fuerte y, sin embargo, taimado. Era subrepticio. En la cajetilla había un enano desnudo, con un gran falo, que bailaba con una pandereta en la mano. Siempre le había hecho gracia ese dibujo. Miró a Gretel y le ofreció un cigarro.
- Quieres?
- Quieres que me queme el pelo?
- No.
- Entonces no me ofrezcas.
En 2 minutos iba a pasar la Presidenta. En realidad nadie lo sabía. Iba a pasar de incógnito. Razones de seguridad. Afortunadamente, tenía a alguien dentro. Ni tan solo Hansel sabía quién era, y Gretel no se lo decía. Le llamaban Torrebruno. Según Torrebruno, la Presidenta asistiría hoy a una reunión secreta con sus asesores. Hansel se jugaba 3 garbanzos a que buscarían la manera de acabar con la Resistencia. No lo iban a lograr. La Resistencia acabaría por fin con el gobierno de la Presidenta. La miseria en las calles y la opulencia de los gobernantes. Al fin desaparecerían.
Ya llegaba la Presidenta. Rubia, delgada, buenas tetas, gafas de sol... Parecía una turista. Mamona. Gretel preparó el detonador. Levantó la tapita de seguridad que recubría el botón. 3, 2, 1... ahora. Gretel apretó el botón. La Presidenta se agachó, se le habían caído las gafas de sol. Las recogió y siguió caminando tranquilamente.
- Qué ha pasado?
- Nada.
- Qué jodido.
- Sí.
Hansel tiró la colilla al suelo.
- Pues nada. Adios Gretel.
- Adios.
Si no estaba equivocado, esa noche ponían en la tele “Hallellujah Jones”, su serie favorita. Iba de un cowboy de rudo aspecto, Hallellujah Jones, que cabalgaba por el desierto, de pueblo en pueblo, perisguiendo a su enemigo, Daniel Boom. Lo mejor de la serie es que Hallellujha era un perdedor. Solo alcanzó a Boom una vez, le disparó una bala y falló. Y de mucho. Hansel suspuso que no se podía pretender ser un buen cowboy si no tenías puntería. Pero la serie era buena. Hansel entró en un supermercado a por cervezas.

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